Sus orígenes datan de la antigua Asia, probablemente del siglo II a.C. Los mantras que se recitan antiguamente tenían el propósito de activar los 4 karmas encargadas de las actividades iluminarias: minimizar los obstáculos, potencializar el desarrollo, facilitar el despertar de la conciencia y destruir los obstáculos al conocimiento. Aunque el japa mala puede variar el número de cuentas, el que posee 108 es el más habitual. Son vistos en la cultura oriental como rosarios, la palabra japa significa repetir y la mala significa círculo, lo cual podría verse como una ofrenda de oraciones sagradas a la Divinidad. Fuera de servir para la oración, también ayudan en la concentración y a dirigir toda nuestra atención en la meditación, y llevar a nuestra mente más lejos de lo habitual, dándonos la tranquilidad y la serenidad que buscamos para poder acercarnos a Dios.